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viernes, 17 de enero de 2014

Triple Frontera

Peter y Helena se habían conocido en el momento más oscuro de sus vidas. Eran compañeros de desgracias e infortunios en los que también, casualmente también, si el viento les hubiera soplado a favor (cosa que parecía no suceder nunca), hubieran salido ilesos. Eso fue lo que los unió un día, de hacía ya… muchos años. Se habían hecho confidencias deshonrosas e inmorales, cuando uno no sabía del otro, ni siquiera su segundo nombre. Ellos no imaginaban entonces, que haberse desnudado de secretos que habían jurado mantener a como diera lugar, iba a abrir camino para desnudarse después, como Dios manda.
Helena sabía que Peter no podía darle más que unas horas por semana, en las que, además, no siempre jugarían como les hubiera gustado…sin reglas ni horarios. Pero para ella, que no tenía nada ni a nadie, le parecía que estar con él, reírse, distenderse, nutrirse y sobre todo disfrutarlo, era lo más parecido a lo que imaginaba como el Paraíso en la Tierra. Y siempre esperaba esos momentos como si fueran los últimos. Pero un día ella cometió un error que pagaría caro: Empezó a quererlo más de la cuenta. Quiso sobrepasar límites que le estaban vedados. Conocía las reglas y las había aceptado. Lo que vendría después, sería transitar un camino empantanado y borrascoso.
Pero Peter siempre estuvo atento y la supo contener. Le leyó el Reglamento que Helena parecía haber olvidado, y con un poco de esfuerzo de ella y mucho de voluntad por no perder eso tan mágico que habían conseguido, empezaron a acomodarse las piezas de un juego tan siniestro como apasionante. Y pudieron seguir en carrera. Solos.
Un buen día, Peter quiso presentarle a un amigo: Klaus. Ella se asustó y le hizo mil preguntas. Que por qué si así estaban bien, qué por qué jugar de a tres si siendo dos se divertían como el primer día, que no había motivos para hacer un Sénior, sin pasar por el nivel Intermedio, etc.. Pero él insistió y ella le hizo entonces una última pregunta:“Es como vos?” (sic). Cuando Peter le dijo: “Somos iguales”, Helena dejó de dudar y empezó a imaginar el momento.
Finalmente se conocieron y encajaron al unísono, intrínsecamente.
Aquello no podía mejorarse, pensaba el dúo.
Pero ahora el triángulo les demostraba sobrada y cabalmente que sí. Y ya nada volvería a ser lo mismo. Nunca más Helena y Peter volverían a ser dos. Habían conocido el elixir más logrado e intenso, más inquebrantable y poderoso. Ningún antídoto podría doblegarlo. Klaus lo/s había mejorado a un extremo tal, que no les permitiría jamás, ir a menos. Ahora ni a Peter ni a Helena les interesaba jugar sin él. Él coronaba esos momentos. Él hacía tronar las campanas. El último en llegar, resultó ser la cúspide del triángulo. Él. Él. Él.
Dignificaba el juego. Y si faltaba, el dúo se aburría rápidamente de jugar en la “base”.
Así funcionaba la cosa. Se adoraban. Mutuamente. Entre si y entre ellos. No había más preguntas ni dudas. Todo era certeza y ganas, que se revalidaban siempre automáticamente, aunque el tiempo insistiera en pasar.
Ahora ninguno de los tres, volverían a ser dos. Y la fidelidad para ellos, que era la única que Helena podía ofrecer pero también reclamar, encontraba sus bases en ese único punto. Ellos sabían (aunque a veces iban a dudar) que eso, ella, no lo negociaría NUNCA.


5 comentarios:

A.Torrante dijo...

Lo de la Triple Frontera lo imagino porque son un Trío y porque hay tres "pasos"? Mirámela a la Marce. Y pensar que sus últimos posts eran tan maternales. A Peter lo noto un tanto generoso. Algunas veces puede ser porque no quiere admitir que no da abasto o porque en algún momento te va a pedir que traigas a Helen. Beso!!

A.Torrante dijo...

Ché, ya que publicás cada muerte de obispo o caida de rayo en la playa, querés que te suba el link a Facebook. Estamos varios en el de Les Torrontés. Hasta se anotó una amiga conocida. Beso!

Marce dijo...

Jjajajja como vuela tu mente A.To! Te extraño!!!

Living Dead dijo...

Excelente ficción. Me encantó! Hacía mucho que no pasaba por acá. Beso.

simon dijo...

dejo de escribir?